martes, noviembre 02, 2004

LA IGLESIA MILENARIA DE ETIOPIA

En 1520, el explorador y misionero portugués Francisco Alvares penetró en las tierras altas de Etiopía central y se encontró en medio de una nación de cristianos profundamente piadosos. Realmente, Etiopía se había convertido en el año 333, y durante más de tres siglos estuvo en contacto con Alejandria, que era el centro espiritual del Norte de África. Mas en el año 640, Egipto abrazó el islamismo, y con ello Etiopía quedó aislada de la corriente principal de la cristiandad durante más de 800 años.

Alvares se quedó doblemente sorprendido cuando vio los lugares de culto etíopes, especialmente ante las iglesias monolíticas de Lalibela, remoto poblado montañoso que había sido la capital de Etiopía. Diez de dichas iglesias habían sido talladas en la roca viva durante el siglo XVll, bajo la dirección del rey Lalibela, el cual dio su nombre a la ciudad. A diferencia de tantas otras reliquias del África antigua, éstas iglesias todavía siguen muy activas: a través de los siglos, Lalibela se ha conocido con el nombre de "la Jerusalén de Etiopía", y los peregrinos aún recorren incontables centenares de kilómetros para ir a orar allí.

Durante siglos, los eruditos se han preguntado qué es lo que pudo inspirar al rey Lalibela a emprender la enorme tarea de labrar 10 iglesias en la roca viva. Según un manuscrito etíope del siglo XIX, fue Dios quien inspiró a Lalibela al construir las iglesias; además, cuando los trabajadores de Lalibela terminaban su trabajo diario los ángeles trabajaban durante la noche.

Los historiadores dan una descripción algo distintas. Dicen que los antepasados de Lalibela habían usurpado el trono etíope de la dinastia salomónica hacia el año 1100, iniciando la dinastía zagwe.

Mas el país, bajo esta dinastía, declinó en poder y prestigio, y los salomónicos se hicieron peligrosamente fuertes. Lalibela construyó iglesias para dar grandeza a su ciudad capital, y así oscurecer a los salomónicos, pero principalmente lo hizo para ganarse el favor de clero cristiano de Etiopía como rey legítimo.

Por seculares que hubieran sido sus motivos originales, cuando el trabajo estuvo terminado, Lalibela era un hombre distinto. Según la leyenda, había gastado toda su riqueza para financiar el proyecto. Dormía sobre piedras, comía solamente hierbas y raíces, y cuando dos décadas después se completó la última iglesia, abdicó el trono para adoptar una vida cristiana contemplativa. En la actualidad, si bien otros reyes zagwe son considerados por los etíopes como unos perfectos canallas, el rey Lalibela es aún reverenciado como un santo.

Etiopía” es un término griego con el significado literal de elque- tienecaratostada. Designaba antiguamente a los habitantes negroides establecidos al sur de la segunda catarata del Nilo. La región corresponde a la bíblica tierra de Cush, nombre del hijo de Cam y nieto de Noé (Gn 10,6 8; Is 11,11). A estos habitantes autóctonos se fueron agregando, en época más reciente, elementos semitas procedentes del sur de la península arábiga, los habashat, de donde deriva el nombre de Abisinia. Conviene notar que a los etíopes de hoy no les gusta ser llamados abisinios, por el sentido peyorativo que tiene este nombre.

Las etapas de la evangelización

Etiopía, aunque no pertenezca al mundo árabe ni al Oriente Medio, entra a formar parte, desde el punto de vista religioso, de las Iglesias orientales por haber sido evangelizada par misioneros orientales y su rito es tributario de la familia copta de Ale-jandría. Los orígenes del cristianismo en el país se remontan al bautismo del eunuco de la reina de Candace en el camino de Jerusalén a Gaza (Hch 8,2740). La tradición etíope asegura que la evangelización verdaderamente tal comenzó en el siglo IV por parte de dos monjes sirios: Frumencio el Fremonatos de los etíopes y Edesio, los cuales, volviendo de un viaje a India, fueron apresados por los piratas y vendidos al rey de Aksum, reino etíope fundado en el siglo I de nuestra era. Aquí predicaron libremente la fe cristiana y Frumencio fue ordenado obispo del país par San Atanasio de Alejandría. Este hecho explica por qué la Iglesia etíope ha estado hasta época reciente bajo la jurisdicción directa del patriarcado copto de Alejandría. La implantación masiva del cristianismo fue obra, sin embargo, de nueve monjes sirios, monofisitas, “Los Nueve Santos”, que llegaron a Etiopía en el siglo V, huyendo de la reacción bizantina contra los monofisitas sirios. A estos Nueve deben los etíopes la transmisión de la cristología monofisita y la traducción del Nuevo Testamento en gueez, la antigua lengua del país.


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